17 enero 2018

EN TAN SOLO 2 o 3 SEGUNDOS…


A ver cómo os cuento esto, sin inquietar a nadie, sin preocupar a nadie. Pero a ver también cómo cuento, en pocas palabras, todo lo mucho que puede pasar por tu mente, por tu cuerpo, en tan solo 2 ó 3 inquietantes segundos.

¿Os habéis preguntado alguna vez cómo deben ser esos 2 ó 3 segundos cuando estás a punto de morir de un modo fulminante, cuando te estás muriendo de repente, cuando tu mente y tu cuerpo “saben” que te estás yendo, que te vas?. Yo he pensado en ello más de una vez. No de un modo morboso, sino intentando adivinar, intuir, imaginar qué es lo que se puede llegar a sentir en ese tu último suspiro consciente.

Creo que ya lo sé.

Ayer lunes iba por una calle poligonera de Castefa. Llevo días con un resfriado enorme encima, así que ando todo el día arriba y abajo con el pañuelo y los kleenex. Salía de ver a un cliente y me soné los mocos andando por la calle.

Al alzar la cabeza, todo se vino abajo.

Recuerdo perfectamente que de pie, pero con la mano apoyada en el tronco de un árbol a modo de “salvavidas al que agarrarme en mitad de una tempestad”, en silencio -pero sin articular palabra- le grité a la nada, como para mí mismo, con desesperación, con desasosiego:

-No, no... ahora no; así no; aquí no…

Porque en ese brevísimo intervalo de tiempo “me ví” a mí mismo fuera de mi propio cuerpo, como un espectador de lo que a mí mismo me estaba pasando; y en esos tan solo 2-3 segundos, toooooda mi vida pasó lentamente por delante de mí. Y, sí, todo ello bajo una resplandeciente, brillante e intensa luz cegadora.

La sensación, la situación, fue de lo más inquietante y a la vez aterradora. Yo estaba ahí, pero “ya no estaba”. Me iba a morir ahí, solo, tirado en medio de la calle, sabía perfectamente que me iba a morir de inmediato y, joder, yo lo estaba viendo, era plenamente consciente de ello. Una inquietante y aterradora sensación de vacío total, de impotencia, de incomprensión...

2 ó 3 segundos; todo esto en tan solo 2 ó 3 segundos.

Me acojoné… y mucho. No creo en cosas como el alma o el espíritu, en serio; pero fue lo más parecido a aquella escena de Patrick Swayze en “Ghost”, cuando le disparan y él mismo se ve a sí mismo muerto en el suelo, con cara de no entender nada. Fue algo escalofriante.

Luego, pones en marcha el raciocinio; te rehaces, analizas fríamente la situación y llegas a la conclusión más que razonable de que, al sonarme andando y con la cabeza gacha, se produjo una sobre presión que me llevó -al alzar la cabeza- a un súbito mareo, o a una ligera bajada de tensión, o incluso a un ligero ataque de vértigo. Sí, no lo niego. Pero el caso es que entre una cosa -el sonarme- y otra cosa -alzar la cabeza- pasaron esos enigmáticos, inquietantes y aterradores 2-3 segundos.


Jodeeeer, qué yuyu!